Entender el funcionamiento del cerebro nos puede ayudar muchísimo en la educación de nuestros hijos, algo que siempre debemos tener muy presente es la etapa evolutiva en la que se encuentran, ya que muchas veces pedimos cosas a nuestros hijos para las que su desarrollo cerebral no está preparado, no es que no quieran hacernos caso o que nos estén echando un pulso sino simplemente que no son capaces de hacerlo.
Si entendemos este concepto y lo interiorizamos seremos capaces de respetar a nuestro hijo porque dejaremos de tomarnos sus actos como algo personal que hacen por retarnos o enfadarnos. Una vez que ocurra esto nuestro hijo nos respetará, pero no por miedo o por simple “autoridad”, sino que existirá un respeto mutuo en donde el niño confiará en nuestro criterio y nosotros confiaremos en las capacidades de nuestros hijos.
Vamos a ver y a explicar las partes que componen el cerebro, para que sea más visual podemos verlas representadas con nuestra mano:
- La parte de la muñeca sería el cerebro reptiliano (Tallo cerebral): Es el cerebro más primitivo, aquel que nos ayuda en la supervivencia porque es puro instinto, en él tenemos las funciones vitales involuntarias. Lo tenemos desarrollado desde que nacemos, este cerebro es el que hace que un bebé nos pida aquello que necesita, lloran cuando no tienen cubiertas algunas de sus necesidades básicas (hambre, sueño, sed…). El funcionamiento de este cerebro es automático e involuntario y las funciones que desarrolla es el ataque, la huida o la parálisis. Cuando castigamos a nuestros hijos, en ese momento se desarrolla su instinto de supervivencia y desarrollarán esas mismas funciones…
- El dedo gordo sería el cerebro límbico o emocional: En él podemos encontrar las respuestas más primarias como luchar o huir y es el responsable de regular nuestras emociones y nuestra conducta. Gracias a él podemos diferenciar emociones agradables y desagradables y está programado para evitar las sensaciones desagradables y buscar aquellas que nos agradan.
Esta parte del cerebro también es automático, involuntario e inconsciente. Como hemos dicho, en él aparecen las emociones, es algo que no se puede evitar, no podemos bloquearlas, por eso es importante que aceptemos y legitimemos cada emoción que sentimos. Esta es la razón por la que cuando nuestro hijo considera que le hemos tratado injustamente su cerebro activará por ejemplo la rabia, no es algo que él decida sino que se produce de una forma automática.
Esta parte del cerebro comienza a convivir con el reptiliano a partir del año, por lo que antes de que nuestro hijo cumpla su primer año de vida debemos interaccionar con él sabiendo que el cerebro predominante es el de la supervivencia.
- Y los otros cuatros dedos serían la corteza pre-frontal: Es el cerebro racional, con el regulamos las emociones, las relaciones interpersonales, la intuición, la empatía, ser consciente de uno mismo… Está basado en un pensamiento lógico y esta parte del cerebro tarda entre 25 y 30 años en madurar, a pesar de ello a partir del tercer año de vida, más o menos, el niño es capaz de controlar sus instintos básicos.
Cuando estamos tranquilos, nos sentimos bien y tenemos nuestras emociones controladas a nuestro dedo gordo lo envuelve los otros cuatro dedos y ese es un momento idóneo para hablar y solucionar un conflicto, pero en cambio cuando estamos “destapados”, es decir, la corteza pre-frontal, nuestra parte racional, deja al aire el cerebro emocional y no somos capaces de pensar ni de tomar buenas decisiones, por lo que no es un buen momento para que eduquemos ni para que tomemos decisiones sobre un conflicto.
Destaparnos es algo humano, nos pasa a todos porque como hemos visto el cerebro emocional es involuntario, no podemos bloquear o dejar de sentir emociones y es importante que las validemos y les pongamos nombre. “Veo que estás enfadado”, “estás triste”… pero también es muy importante que validemos y nombremos las nuestras. Si nuestros hijos ven que convivimos con las emociones y que lo que hacemos es utilizar herramientas para gestionarlas irán aprendiendo de ello.
Por otro lado, en el cerebro límbico, el emocional también se encuentran las neuronas espejo, gracias a las cuales aprendemos por imitación. Estas neuronas las tenemos desde que nacemos pero su desarrollo comienza a las 3 meses de vida, cuando el niño puede identificar gestos como por ejemplo la risa y además puede imitarlos. Una gran característica de estas neuronas es que podemos contagiarnos de la emoción de la otra persona, por lo que nos puede resultar muy útil a la hora de calmar a nuestros hijos. Si el pequeño está en plena rabieta y nuestra reacción es enfadarnos, ignorarle o incluso gritarle, ¿cómo crees que se comportarán sus neuronas espejo? Del tono, la forma o los gestos que utilicemos nuestros hijos sacarán mayor aprendizaje que de aquello que le estemos diciendo verbalmente. Las neuronas espejo de nuestros hijos nos devolverán aquello que nosotros les demos, es imposible que un niño no grite si nosotros gritamos, por mil veces que se lo digamos… Si quieres saber más sobre ellas puedes leer el post Las neuronas espejo y su importancia en la educación.
El funcionamiento del cerebro es una pieza clave en la educación y la crianza, ya que nos da muchísimas pistas sobre como se encuentra nuestro hijo y sobre lo que necesita. Como decíamos, hasta el primer año de vida los niños viven únicamente con el cerebro reptiliano, el de la supervivencia y es necesario que tengan todas sus necesidades básicas cubiertas para poder estar bien. A partir del año de vida su cerebro emocional comienza a convivir con el reptiliano por lo que es el momento para empezar a validarle y enseñarle las emociones más básicas, pero no esperemos que sean capaces de gestionarlas, para eso tenemos que ser nosotros los que les guiemos y les vayamos dando herramientas. El rincón de pensar, ignorarles, castigarles… no son soluciones por qué el niño no alcanza a entenderlo, él está enfrascado en una determinada emoción (rabia, enfado, tristeza…) y no es capaz de salir él solo de ella, es decir, no es capaz de volver a taparse solo y como dijimos al principio cuando estamos destapados no tomamos buenas decisiones.
Será mucho más constructivo y educativo si les acompañamos en esa emoción y les ayudamos a que vaya pasando, a veces lo único que necesitan es que nos tomemos un minuto con ellos. En esos momentos el lenguaje no verbal adquiere una gran importancia y es de gran ayuda, en ocasiones el simple hecho de darles un abrazo hace que comiencen a relajarse. Gracias a estas actuaciones y a este acompañamiento irán aprendiendo esa ansiada gestión de las emociones e incluso irán descubriendo que cosas le funcionan para calmarse (saltar, beber agua, pegar a un cojín…), podemos ofrecerles diferentes opciones, que vayan probando y que vean con cuales se sienten más cómodos.
Una vez que está calmado es el momento de abordar la situación, ver que ha pasado, por qué ha sucedido y tratar de buscar soluciones pero siempre en conjunto y tratando de que sea el niño el que proponga de que otro modo se podría haber realizado. Cuanto menos hablemos nosotros mejor, la clave está en realizar preguntas para que el niño se cuestione la situación y en tomarnos cada equivocación como un gran momento para aprender, acuérdate de que el cerebro de los niños no está maduro ni desarrollado, en sus decisiones predomina el cerebro de la supervivencia, y sus emociones campan a sus anchas porque no están capacitados para ”controlarse”, pero lo que sí son es unos grandes maestro de la observación, no perdamos grandes oportunidades para que vayan entrenándose en la gestión y el control y quien mejor que nosotros para acompañarles en ello 😉
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