Para hablar de las bases o los principios de la Disciplina Positiva para mí es importante entender el funcionamiento del cerebro. Esto nos puede ayudar muchísimo en la educación de nuestros hijos. Muchas veces les pedimos cosas para las que su desarrollo cerebral no está preparado. No es que no quieran hacernos caso o que nos estén echando un pulso sino simplemente que no son capaces de hacerlo.
Si entendemos este concepto y lo interiorizamos seremos capaces de respetar a nuestros hijos. Dejaremos de tomarnos sus actos como algo personal que hacen por retarnos o enfadarnos. Una vez que ocurra esto nuestro hijo nos respetará, pero no por miedo o por simple “autoridad”. Existirá un respeto mutuo en donde el niño confiará en nuestro criterio y nosotros confiaremos en las capacidades de nuestros hijos.
Este respeto mutuo es uno de los principios o de las bases de la Disciplina Positiva, que va más allá de ser un modelo educativo. Realmente es una filosofía de vida porque cambia la forma en la que tu te relacionas. Si somos capaces de enmarcar los comportamientos en sus circunstancias y su entorno. Si podemos entender porque nuestros hijos se comportan de cierta manera en determinados momentos, el camino de la maternidad se vuelve más relajado.
Esto no quiere decir que se van a terminar los conflictos pero sí entenderemos que no existen malos comportamientos en si mismos. Lo que ocurre es que los niños, igual que los adultos, en determinados momentos tomamos malas decisiones. Lo que busca la Disciplina Positiva es enseñar habilidades sociales y de vida para mejorar esas decisiones y para buscar soluciones a aquellos momentos en los que nos equivocamos.
Por esto, lógicamente es un modelo de crianza a largo plazo. Obviamente la educación autoritaria que infunde miedo funciona pero a corto plazo. Si tu a un niño le gritas, le amenazas o le castigas lógicamente va a dejar de actuar de ese modo, pero no porque haya aprendido el por qué no puede hacerlo. En ese momento se ha activado su cerebro reptiliano, el de la supervivencia, y sus reacciones serán de irse (huir), de encararse a ti o de quedarse paralizado. Pero la próxima vez que ocurra algo similar volverá a actuar igual porque no ha aprendido sobre el origen del problema, aunque seguramente lo hará tratando de que no le veas, porque lo que sí ha aprendido es que no quiere volver a vivir una situación desagradable (el cerebro emocional, el límbico, está preparado para evitar las situaciones desagradables).
La Disciplina Positiva, en absoluto, se basa en la permisividad. De hecho el ser permisivos con los niños no les hace ningún bien, los pequeños necesitan límites y normas para sentirse seguros y poder confiar. Existe un punto medio entre la educación autoritaria y la permisiva y es ser firme pero desde la amabilidad, Jane Nelson, co-creadora de la Disciplina Positiva y quien escribió el primer manual siempre decía: “¿De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerle sentir mal?”
No tiene lógica que para aprender algo primero tengamos que pasarlo mal. De hecho como hemos visto, si nos sentimos atacados nuestro cerebro reptiliano se activará y sólo pensaremos en “sobrevivir”. Pero para conseguir esta firmeza desde la amabilidad es importante que estemos “tapados”, es decir, que estemos tranquilos y calmados. En el post: ¿Cómo funciona el cerebro de los niños? Una gran «arma» en la educación de nuestros hijos se desarrolla en profundidad el funcionamiento del cerebro y podréis encontrar las claves para entender mejor este concepto.
Otro de los principios de la disciplina positiva es el sentimiento de comunidad, en él tenemos la necesidad de pertenecer y de sentirnos importantes. La esencia del ser humano necesita sentirse parte del grupo y los niños, hasta que comienzan su sociabilización, el único grupo que conocen es el de su familia. Para sentir que pertenecemos necesitamos que se nos tenga en cuenta, tanto a la hora de hacer cosas en casa como a la hora de tomar decisiones. Esto no quiere decir que las normas las vayan a poner nuestros hijos pero sí que en aquello que puedan participar lo hagan y se les tenga en cuenta.
Por ejemplo a la hora de la merienda darle opciones limitadas, les podemos dar a elegir entre dos frutas (manzana o plátano). De esta manera el niño se siente escuchado, se siente tenido en cuenta y participe y será mucho más fácil que lo coma a gusto y bien. Igual que a la hora de hacer las tareas de la casa debemos hacer que participen. Cada niño en lo que pueda, pero llevar la ropa sucia al cesto o el pañal a la basura lo pueden hacer desde que son bien pequeños… El sentirnos parte de una comunidad y que somos importantes para ella hace que queramos “cuidarla” y además nos hace sentir seguros tanto con nosotros mismos como con el entorno y un niño seguro toma muchas mejores decisiones.
En resumen, ¿cuáles son las bases o principios de la Disciplina Positiva?:
- Respeto mutuo.
- Enseñar habilidades sociales y de vida.
- Eficaz a largo plazo.
- Firme y amable a la vez.
- Sentimiento de comunidad (pertenecer y sentirnos importantes)
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