Chantajes y amenazas, recursos que utilizamos demasiado en la crianza

En esta época del año, en la que Papá Noel y los Reyes Magos adquieren un protagonismo especial, los adultos acrecentamos los chantajes y las amenazas a los más pequeños y seguramente no somos ni conscientes de ello… «Pórtate bien que sino Papá Noel no te va a traer nada»; «los Reyes Magos te están viendo, ¿no querrás que te traigan carbón?»; «mira que se lo cuento a los pajes reales»; «cómo sigas así los Reyes te van a poner en la lista de los niños malos»… Así una larga lista de frases que os puedo asegurar que no ofrecen ningún beneficio para los niños.

Además, existe un pequeño Elfo que se cuela en las casas durante la cuaresma para vigilar a los niños y luego darle el reporte a sus Majestades de Oriente o a Papá Noel. Paremos a pensar un momento… ¿Pueden los niños sacar algún tipo de enseñanza positiva de esa situación? Y por otro lado, ¿te has parado a reflexionar sobre que pasará cuando llegue el momento de hablar sobre este tema? ¿Cómo crees que se sentirán tus hijos al saber que durante años has utilizado su ilusión como arma para chantajes y amenazas? Sobre el tema de «la gran verdad o la gran mentira» reflexionamos con Elisa Molina en un directo sobre «¿Como abordamos el tema de Reyes Magos y Papá Noel?»

Chantajes y amenazas en nuestro día a día

¿Te imaginas amenazando o chantajeando a tu pareja o a tu jefe para que hiciera lo que tu quisieras? Este tipo de actuacciones van unidas a la manipulación y ninguna relación «sana» debe estar basada en eso. Pero cuando se trata de los niños no somos capaces de verlo tan claro y lo utilizamos de una forma tan «mecánica» que casi no nos damos ni cuenta… «Si no terminas la comida no hay postre»; «O recojes tu cuarto o no vamos al parque»; ¿Quieres una chocolatina?, entonces pórtate bien»; «Te he comprado un regalo, si me das un beso te lo doy»…

Este tipo de frases están instauradas dentro de la crianza y las tenemos tan normalizadas que no nos paramos a reflexionar sobre el mensaje que le está llegando al niño con ellas. Con este tipo de frases estamos transmitiendo al pequeño que toda nuestra relación con él tiene condiciones. No sería extraño que también llegara a pensar que nuestro amor por él también está condicionado. Si en vez de instaurarnos en el «yo ordeno y tu obecedes» creamos una relación donde las dos partes aporten, se respeten y creen las normas y los límites, será mucho más fácil tener una relación con nuestros hijos en el que no sea necesaria este tipo de actuaciones.

Porque no debemos utilizar chantajes y amenazas
  • No aprenderán a tomar decisiones: Si queremos que nuestros hijos aprendan a tomar decisiones no podemos tener una relación con condicionantes. Los chantajes y las amenazas se basan en la manipulación que queremos hacer de una situación para que salga como nosotros queremos. No podemos olvidar que hay muchas maneras de hacer las cosas y no existe una única forma correcta de desarrollarlos. Escuchemos a los niños, observemosles, hablemos con ellos y sobre todo capacitemosles para la acción, para que crean en si mismos y tomen decisiones. El post Capacitar a nuestros hijos los hará más felices, ¿cómo lo hacemos? seguro que te da ideas para fomentar y desarrollar esa capacitación.
  • Miedo a las consecuencias: Muchas veces los padres caemos en el error de creer que este tipo de actuaciones funcionan y son válidas porque vemos como se para un comportamiento que no nos gusta. Sin duda un niño que recibe una amenaza o un chantaje va a para lo que está haciendo en ese momento, pero no porque haya aprendido que está mal sino porque tiene miedo a las consecuencias. Además, si por ese miedo el niño se siente atacado, se activará su cerebro de «supervivencia», dejándole únicamente tres opciones de actuación: Paralizarse, huir o atacar (para saber más sobre ello puedes consultar el post ¿Cómo funciona el cerebro de los niños?) y estaremos perdiendo un gran momento de aprendizaje para nuestro hijo.
  • Obediencia sin criterio: El miedo lleva a que nuestros hijos nos obedezcan y los chantajes y las amenzadas sirven para que podamos manipular las situaciones sin excesivo problema. La principal consecuencia que tiene esta forma de actuar es que los niños llegará un momento en el que pierdan su pensamiento crítico y acaben obedeciendo y dejándose llegar. ¿Para que se van a «molestar» en decir o rebatir algo si la respuesta que van a recibir de la otra persona es una imposición? La obediencia de los hijos es algo en lo que «gastamos» muchas energía pero yo me pregunto ¿Debemos criar hijos obendientes?, ¿no será mejor colaboradores?
  • Baja autoestima: Todo esto deriva en que los niños dejan de confiar en si mismos. Creen más en el criterio de otra persona que en el suyo propio. Si continuamente te están diciendo lo que tienes que hacer, además te manipulan con lo que saben que te gusta y amenazan con «quitártelo», ¿cómo te sentirías? La confianza en tu criterio va menguando y tu autoestima cada vez será menor. Los pequeños acaban interiorizando que su criterio no vale y sienten que no son capaces. Además de perder las ganas de intentar las cosas, no me gustan las consecuencias que recibo si me equivoco… ¿Para qué lo voy a intentar?
Cómo desterrar los chantajes y las amenazas

Son muchas las veces que utilizamos los chantajes y las amenazas sin darnos cuenta. Te invito a que antes de poner una condición a tu hijo te pares a pensar y reflexiones si se la pondrías a tu jefe, a tu pareja o a un amigo… En vez de condicionar aquello que vayamos hacer con nuestro hijo porque no nos sentamos, estipulamos normas y luego ayudamos a recordar que hay que cumpliarlas. ¿No sería más respetuoso decir a nuestro hijo?: «¿Antes de ducharnos que hay que hacer?», en vez de: «Como no recojas tu cuarto antes de ducharte…»

La mayoría de las veces con normas y límites claros, que todos conozcamos y en los que todos hayamos podido participar las situaciones suelen fluir. También habrá muchas en las que no todo sea tan sencillo pero en ese momento debemos parar, respirar y recordar que nosotros somos los adultos. No hay nada tan urgente de solucionar como para que merezca la pena hacerlo haciendo daño a lo que más queremos.

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