«Hasta que no grito nadie me hace caso», ¿cuántas veces has dicho o pensado esta frase? Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos los padres es conseguir que nuestros hijos nos escuchen sin necesidad de tener que elevar la voz o recurrir a las amenazas o chantajes. ¿Por qué ocurre esto? ¿Son realmente necesarias esas «herramientas» para que nuestros hijos nos escuchen? No, no es necesario que gritemos, amenacemos o chantajeemos a los niños para que nos escuchen, únicamente es necesario que tengamos en cuenta determinados factores. Para conseguir que nuestros hijos nos escuchen también es necesario que revisemos algunas de nuestras actuaciones.
La mayoría de las veces acabamos recurriendo al grito porque hemos repetido varias veces lo mismo sin tener una respuesta por parte de los niños. Al sentirnos ignorados va creciendo en nosotros el enfado, la frustración y el agotamiento. Nuestros cerebro se pone en modo «alerta» porque a nadie le gusta no sentirse escuchado. Es una reacción o mecanismo de defensa que tenemos ante una situación que nos resulta desagradable. Pero no caigamos en la búsqueda de culpables, es mejor que reflexionemos sobre ello, analicemos qué nos lleva a esa situación y tratemos de solucionarla.
¿Por qué los niños no hacen caso?
Un dato que debemos tener en cuenta es que la «misión» de los niños no es «hacernos caso». Muchas veces las prisas y la necesidad inmediata de resolver una situación nos hace que no tengamos en cuenta que la obediencia ciega no debe ser un objetivo dentro de la educación de los niños. Fomentar y trabajar la cooperación y la colaboración hace que la crianza sea mucho más relajada y mucho más enriquecedora. En el post ¿Cómo consigo la colaboración de mi hijo en casa? abordo más en profundidad este tema.
Seguramente te identificarás con la frase: «¿Cuántas veces tengo que decirte las cosas?», es muy común que la digamos en esos momentos en los que queremos conseguir que nuestros hijos nos escuchen. Pero lo que no nos damos cuenta es que lo que transmitimos con esa frase es de todo menos ganas de escuchar… Vamos a analizar varias razones por las que nuestros hijos no nos hacen caso:
- Su visión del mundo es diferente. Los niños están aprendiendo a vivir y no conocen el mundo tal y como nosotros lo vemos. La percepción que tienen nuestros hijos de todo lo que les rodea es diferente a la nuestra. En un momento determinado tu puedes estar viendo un auténtico caos en el salón con todos los juguetes tirados pero tu hijo lo que está viendo es un parque de atracciones lleno de diversión, menuda diferencia, ¿verdad?
- Es difícil parar de hacer algo que nos gusta. El cerebro está preparado para bloquear situaciones desagradables y fomentar aquellas que son agradables. Es muy complicado parar de hacer algo con lo que nos estamos divirtiendo, que nos hace sentir bien y que estamos disfrutando. Si te paras a pensarlo, a nosotros como adultos también nos pasa la diferencia es que nosotros contamos con herramientas para transitar ese momento.
- Lo que les pedimos es aburrido. Sí, te parecerá una «tontería» pero no caemos en la cuenta de que la mayoría de las veces que pedimos algo a los niños son cosas aburridas: recoge, lávate los dientes, dúchate, vístete… Sin duda son necesarias pero si lo comparamos con pintar, jugar o ver la TV no me negarás que son aburridas, ¿verdad?
- Están concentrados en lo que están haciendo. Los niños necesitan trabajar la concentración y para realizar un juego o una manualidad necesitan tener todos sus sentidos puesto en ello. Muchas de las veces que decimos «no me escuchas», no es porque nuestro hijo haya decidido no escuchar sino que literalmente no puede escucharnos sin perder la concentración en lo que está haciendo. O incluso esa concentración ha hecho que se abstraiga del resto del mundo y entonces la realidad es que no puede escucharte.
- Demasiados sermones. Nuestros hijos tienen un tiempo de concentración limitado (dependerá de la edad) y si hablamos demasiado llega un momento de la conversación en la que desconectan. No es que no quiera escucharte sino que su capacidad de escucha y concentración no le permite continuar la conversación y acabamos perdiendo su atención entre todas nuestras palabras.
- Se sienten amenazados. Si nuestra forma de hablar se siente como una amenaza la reacción de nuestro hijo será de huida, ataque o de parálisis. Esto no es algo que ellos decidan, sino que nuestro cerebro primario está preparado para defenderse cuando sentimos un ataque. Ojo, no estoy diciendo que tu quieras que tu hijo se sienta amenazado pero nuestro tono o comunicación no verbal puede hacer que lo vivan de esa manera. En ese momento su cerebro no puede pensar en otra cosa que no sea «defenderse». Entender como funciona el cerebro de los niños nos puede resultar de gran ayuda para comprender muchos de sus comportamientos, te invito a que leas el post ¿Cómo funciona el cerebro de los niños? para conocerlo más en profundidad.
Como conseguir que nuestros hijos nos escuchen
Está bien conocer y entender el porqué nuestros hijos no nos escuchan, ese conocimiento nos puede ayudar a no llevarnos al terreno personal esas situaciones. Nuestros hijos no toman la decisión de no escucharnos para molestarnos o fastidiarnos sino que, por la razón que sea, en ese momento no pueden o no están disponibles para realizar esa escucha. ¿Qué podemos hacer para conseguir que nuestros hijos tengan más sencillo escucharnos?
- Dar explicaciones sencillas, claras y concisas. Igual que cuando queremos que se cumpla una norma, cuantas menos explicaciones mejor. Más actuar y predicar con el ejemplo que con la palabra. La concentración y atención de nuestros hijos es limitada, utilicémosla bien 😉
- Sentido del humor y juego. Si somos capaces de dar la vuelta a las situaciones aburridas y convertirlas en un juego será mucho más fácil que quieran participar de ella. El sentido del humor tiene que ser nuestro mejor aliado en esos momentos que solemos denominar como de «sordera selectiva».
- Escucha activa por nuestra parte. Los niños aprenden a escuchar y tienen ganas de hacerlo cuando ellos mismos se sienten escuchados.
- Asegurarnos de que nos han oido. Si están muy concentrados en algo su cerebro no les «permitirá» escuchar lo que les estamos diciendo. Preguntar si nos ha escuchado e incluso pedirle que lo repita. «cariño, ¿entonces ahora qué tenemos que hacer?» nos ayudará a saber si de verdad nos ha escuchado.
- Darles tiempo para que terminen lo que están haciendo. Si están haciendo algo que tiene acaparada toda su atención démosles tiempo para que lo terminen antes de iniciar la conversación.
- Contacto visual. Muchas veces hablamos mientras seguimos haciendo cosas o incluso gritamos desde el sofá… Para conseguir la atención de la otra persona debemos dejar de hacer lo que estamos haciendo para centrarnos en lo que queremos transmitir. Mirar a los ojos mientras hablamos hace que las dos personas se concentren mejor en escuchar y entender el mensaje.
- Hacer que se sientan parte de la conversación. Si caemos en el «yo hablo, tu escuchas» será mucho más difícil que consigamos captar la atención de nadie (y mucho menos de nuestros hijos). Crear una conversación a través de preguntas y dejar que tome partido en la toma de decisiones hará que los niños estén mucho más dispuestos a escuchar.
- Modular el tono de voz y el modo en el que decimos las cosas. Nuestra comunicación no verbal tiene mucha importancia en el significado que le damos a nuestras palabras y esto puede suponer una gran diferencia en como interpreten el mensaje nuestros hijos. Si quieres saber más sobre cómo trabajar la comunicación no verbal con tus hijos no te pierdas el post Como trabajar la comunicación no verbal con los niños.
- Ofrecerles nuestra ayuda. Muchas veces para conseguir que nuestros hijos nos escuchen necesitan ver que estamos de su lado, que nos tienen cerca y que si necesitan ayuda nosotros estaremos para ofrecérsela. Hay veces que los niños no escuchan porque no se sienten capaces de hacer lo que les pedimos y para no sentir esa frustración prefieren hacerse los «sordos».
Todos los comportamientos de nuestros hijos tienen un porqué detrás. No nos quedemos solo con «no me escucha», «no me hace caso», «es que hace lo que quiere»… Aquí hemos visto muchas razones por las cuales los niños pueden no escuchar, desde que su concentración no les deja hacerlo, hasta que su cerebro bloquee las escucha porque siente una amenaza. Revisemos nuestras actuaciones y como nos sentimos ante los comportamientos de nuestros hijos antes de enjuiciar una manera de actuar.
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