La frustración es un sentimiento que nos va a acompañar durante toda nuestra vida. Son muchos los momentos en los que nos sentimos frustrados con nuestro entorno o con determinadas situaciones. Hay momentos en los que podamos solucionar la situación que nos lo genera pero otras muchas no es posible… La tolerancia a la frustración es algo que debemos trabajar y ejercitar tanto personalmente como con nuestros hijos.
Qué es la frustración
Cuando no podemos satisfacer un deseo o una necesidad nos sentimos frustrados. Es una respuesta emocional ante la imposibilidad de alcanzar algo, da igual el por qué no lo conseguimos. Nuestro cuerpo puede reaccionar de diferentes maneras, con tristeza, desilusión, decepción, ira… No es algo que decidamos sentir voluntariamente sino que nuestro cerebro reacciona emocionalmente de una manera involuntaria, lo que sí podemos controlar es cómo hacer frente a esa reacción emocional.
Los bebés (hasta los dos años) no tienen ninguna tolerancia a la frustración porque todavía no están listos para ello, evolutivamente no están preparados. Durante los dos primeros años de vida realmente los «deseos» de los bebés son necesidades (hambre, sueño, sed, apego…). Durante esta etapa los niños están en modo «supervivencia», es decir, se comunican (llorando porque es la única manera que conocen) para expresar que les ocurre algo, que tienen alguna de sus necesidades que no está cubierta.
Entre los 2 y los 3 años, cuando los niños comienzan a desarrollar su necesidad de autonomía, es cuando comienza a aparecer la frustración. A partir de ese momento los niños forman parte de lo que ocurre y toman partido para que las cosas sucedan (ya no somos los padres los que les hacemos todo) y en muchas ocasiones las cosas no saldrán como ellos quieren… Es en esos momento cuando los pequeños tendrán una reacción emocional, y no debemos olvidar que el cerebro de los niños todavía no está maduro para gestionar esa reacción (en el post ¿Cómo funciona el cerebro de los niños? puedes encontrar información sobre este asunto)
Que hacer ante la frustración de nuestros hijos
Lo primero que debemos tener claro es que no podemos rescatarles de esa vivencia. Es necesario que vivan y sientan la frustración para que puedan aprender a tolerarla. Como padres es duro ver a nuestros hijos pasarlo mal y tenemos el sentimiento de querer protegerles de cualquier cosa que les haga sufrir, pero esa sobreprotección hace mucho daño a los niños. Si quieres ayudar a tus hijos lo mejor que puedes hacer es darles herramientas para que ellos puedan solucionar esas situaciones. En Capacitar a nuestros hijos los hará más felices, ¿cómo lo hacemos? encontrarás formas para desarrollar la capacitación de tus hijos y que vayan desarrollando esas herramientas.
Es importante que validemos lo que está sintiendo nuestro hijo y que conectemos con él («Conexión antes que corrección»). Recordemos que los niños están experimentando y están aprendiendo, es necesario que nos tengan a su lado y que sepan que pueden contar con nosotros. Enseñarles a tolerar la frustración es alentarles para que no abandonen ni se resignen, sino que sigan intentándolo, el camino del aprendizaje es largo y necesita de mucha práctica.
En demasiadas ocasiones porque no se genere un conflicto e incluso para solucionarlo evitamos que nuestros hijos experimenten y vivan la frustración. Cuando actuamos de ese modo estamos perdiendo una gran oportunidad de aprendizaje para nuestros hijos. Muchas veces vivirán esa frustración por decisiones que no les guste (no vemos más dibujos, no podemos ir al parque, no se pueden comer dulces…). En esos momento es cuando debemos ser firmes en la decisión tomada y amables para validar lo que están sintiendo y acompañar esa frustración.
¿Qué pasa cuando sentimos frustración?
Para que el cerebro se centre en buscar soluciones es necesario que aprendamos a tolerar la frustración. Si nos quedamos atrapados en este sentimiento nuestro cerebro se bloquea y no será capaz de ver más allá de lo que estamos sintiendo. Además desarrollaremos un sentimiento de incapacitación (no soy capaz de hacer nada, no me salen las cosas, no puedo…), lo que puede derivar en una baja autoestima por el sentimiento de que no valgo.
Aprender a tolerar la frustración hará que se desarrolle la paciencia. Si somos capaces de gestionar ese momento y centrarnos en volver a intentarlo estaremos desarrollando el esfuerzo y la perseverancia. Cuando existe una baja tolerancia a la frustración nos invade la impaciencia porque las cosas salgan. Siempre les digo a mis hijos que lo más bonito de aprender no es llegar a la meta (conseguir el aprendizaje) sino todo lo que aprendes durante el camino para llegar a él.
Como hemos dicho al inicio la frustración nos acompaña durante toda nuestra vida, debemos preparar a nuestros hijos para que sepan como afrontar esos momentos. No vamos a poder evitar que nuestros pequeños se frustren pero sí podemos enseñarles cómo afrontar esos momentos y ofrecerles herramientas con las que mejorar su tolerancia hacia ella.